Oda a Sión

Por Judah Halevi

Judah Halevi fue el poeta hebreo más grande en la “era dorada” de España. Nacido en Toledo, España en 1075, se convirtió en el médico personal del rey de España. Además de la medicina, estudió árabe, el Talmud, y filosofía. Su novela filosófica, el Kusari, la cual usa diálogo para presentar sus puntos de vista de superioridad del judaísmo, le ganó gran fama. Conocido como “Dulce Cantante de Sión,” Halevi tiene una mastría del hebreo bíblico y escribió volúmenes de poemas nacionalistas e himnos litúrgicos sobree el regreso judío a la Tierra de Israel y la relación del hombre con Dios.

Los poemas de Halevi fueron escritos en el momento de las primeras cruzadas y son una reflexión de su creencia de que solamente con la resurrección de Jerusalén por el pueblo Hebreo serán capaces de vivir pacíficamente. En 1140, Halevi - un Sionista antes de su tiempo- intentó cumplir el sueño de su vida de vivir en Israel pero murió en su viaje antes de llegar al objeto de su devoción.

No estás tú, Sión, dispuesto A enviar saludos de tu Roca Sagrada A tu séquito cautivo, Quien te saluda como los restos de tu rebaño? Tómalos de todos lados Este, oeste y sur, y norte Sus saludos multiplicados. Tristemente te saluda aún, El prisionero de la esperanza, quien, día y noche, derrama incesantes lágrimas, como la colina de Hermon- ¡se caerán de las alturas de tus montañas! Dura es mi voz cuando me lamento tus penas, pero cuando en mi sueño más atrevido veo mi libertad, fluye su cadencia Dulce como las harpas que cuelgan por los ríos de Babel. Mi corazón está adoloridamente angus tiado Por la bendita Betel Por Peniel, y cada lugar antiguo, sagrado.

La presencia santa ahí Donde tú estás presente Tu Creador abre sus puertas, Para ver las puertas del cielo. La gloria del Señor siempre será Tu única y perfecta luz; No hay necesidad, entonces, de ilumi narte, El sol por el día, o luna y estrellas de noche. ¡Ojalá que, donde el espíritu de Dios de tiempos antiguos se derrame en tus santos, yo también derrame mi alma! La casa de los reyes y el trono de Dios a donde fui, ¿Como es que vienen de ella ahora los esclavos a llenar el trono donde antes se sentaron reyes? ¡Oh! ¿Quién me llevará en la búsqueda de los postes donde, en los años antiguos, los ángeles en su gloria amanecieron sobre tus mensajeros y videntes? ¡Oh! ¿Quién me dará alas para que pueda volar de aquí, y ahí, descansar de mis andanzas, las ruinas de mi corazón que entre tus ruinas yacen? Inclinaré mi rostro hasta tu suelo, y tomaré tus piedras como oro precioso.

Y cuando en Hebrón haya estado junto a las tumbas de mis antepasados, entonces pasaré en turno a tus planos y bosques, hasta que esté en Galaad y discierna el Monte Hor y el Monte Abarim, entre cuya cúspide tus lumbreras se juntan, tus guías y faros descansan. Tu aire es vida para mi alma, tus granos de polvo son mirra, tus ríos de miel flu yen, desnudos y descalzos, a tus templos arruinados qué tan gozoso voy; a donde el arca fue guardada, y en aliyah yace des cansando el santo querubín. Rindo la belleza de mis cerrojos, y lloro amargamente furioso contra el des tino cruel que se declara a tus santos Nazarenos para yacer en tierra contami nada.

¿Cómo puedo hacer o conocer o beber mi cuidado, cómo pueden disfrutar mis ojos la luz del día, cuando veo a los cuervos destruir la carne de las águilas, y los perros destruir los cachorros de su leones? ¡Aléjate! ¡Tú, copa de hiel envenenada de dolor! Apenas si puede mi alma sostenerse. Cuando yo recuerdo en mi mente a Ahola, siento tu veneno, y cuando otra vez en aholiba medito, tus deshechos dreno.

¡Perfecto eres en belleza Sión! ¡Cómo se unen en ti el amor y la gracia! Las almas de tus compañeros tiernamen te se tornan a ti, tu dicha era su deleite, y llorando, se lamentan tu ruina ahora. En exilio distante, por tus alturas sagra das ellos anhelan, y hacia tus puertas en oración se inclinan. Sus rebaños están esparcidos en el des hecho desértico, y aún así no olvidan tu rebaño protector, se aferran a los flequi llos de tus vestiduras, y se apresuran a tomar y mantener las ramas de tus pal mas. ¡Shinar y Pathros! ¿Han estado cerca de ti? Nada son ellos por tu luz u derecho divi no.

¿A que se puede comparar tu majestuosi dad de tu linaje ungido? ¿a qué tus cantantes, videntes y levitas? El gobierno de ídolos falla y se expulsa, Tu poder es eterno de era a era tu coro na. El señor te desea por tu casa eternamen te, y bendito es aquel a quién Dios ha elegido por la gracia entre tus cortes para descansar. Feliz es él que mira, se acerca, hasta que ve su gloriosa luz surgir, y sobre quien su atardecer se coloca completa y claramen te en los cielos del oriente. Pero más feliz es aquel, quien, con ojos triunfantes, la inocencia de sus redimidos mirare, y vea su juventud renovada como en los días antiguos.